miércoles, 26 de noviembre de 2014

TEXTO PARA CLASE DÍA 27/11/2014

La excusa de la cultura de las armas en Estados Unidos
Estados Unidos adora las armas. Esa es una realidad. Un 69% de la población confiesa haber disparado alguna vez y un 47% reconoce que tiene al menos un arma en su casa, según encuestas de Gallup. Pero la cultura de las armas, conectada a las raíces de esta nación, ha sido también utilizada por la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el principal lobby del sector, para la defensa de un negocio muy lucrativo que ha crecido desproporcionadamente en los últimos años.
La Segunda Enmienda de la Constitución norteamericana, que reconoce, según algunos, incluido el actual Tribunal Supremo, el derecho a poseer armas de fuego, fue redactada por James Madison, un sureño, socio de Thomas Jefferson, para mitigar las sospechas de sus paisanos sobre la intención de los federalistas de Nueva Inglaterra de crear un estado central acaparador y opresivo.
Esa Enmienda dice, textualmente, que “siendo necesaria una bien regulada milicia para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe de ser infringido”. Sobre ese texto se han hecho interpretaciones diferentes de forma constante casi desde el mismo momento de su publicación. Algunos juristas, incluidos miembros de otros anteriores tribunales supremos, entienden que se refiere exclusivamente a un periodo anterior a la creación de un ejército nacional de EE UU, cuando las milicias eran aún el principal cuerpo de protección de los ciudadanos, y a las rudimentarias armas de defensa personal que existían en aquel momento.
En todo caso, en este país ha sobrevivido, ciertamente, un espíritu de desconfianza hacia el estado que lleva a muchos ciudadanos a asumir ellos mismos la responsabilidad de proteger a sus familias. Ello se une a un estilo de vida, en comunidades alejadas de los centros urbanos, que hace difícil el cumplimiento por parte de las autoridades de su obligación de mantener segura a la población.
Hay que recordar que la utilización de la Segunda Enmienda para amparar la posesión de armas no ha sido siempre un argumento de la derecha, como es hoy. Como recuerda la profesora de Harvard Jill Lepore en un artículo en The New Yorker, Malcolm X animó a sus seguidores a armarse, con base en la Segunda Enmienda, y, en los años sesenta, los Panteras Negras reclamaron el derecho a la autodefensa con la misma excusa constitucional.
Fue, sin embargo, la irrupción de la NRA en la política lo que llevó las cosas hasta el punto en el que hoy están: 300 millones de armas en manos privadas y unos 30.000 muertos al año –incluidos unos 14.000 por suicidios- por armas de fuego.
La NRA existe desde mediados del siglo XIX, pero siempre fue una organización de aficionados a la caza y a las armas, en su sentido más recreativo. Su transformación en lobby de la industria del armamento no se produjo hasta 1975, y su participación en política, algo más tarde. Ronald Reagan fue, en 1980, el primer candidato presidencial oficialmente respaldado por la NRA.
Desde entonces, su ascenso ha sido vertiginoso. Hoy es la organización que más dinero gasta en campañas políticas y que más influencia tiene en el Congreso, donde muchos de sus miembros le deben el escaño. Su estrategia es sencilla: propagar el miedo para que la gente se anime a comprar armas. Con Barack Obama en la Casa Blanca, más miedo y más armas. El último año, récord histórico de ventas.

Es posible que el origen de todo esto esté en la cultura de las armas de EE UU. Pero, desde luego, sus consecuencias actuales no son, muy probablemente, las que calculó Madison.

martes, 18 de noviembre de 2014

TEXTO PARA TRAER A CLASE 20/11/2014



Cada año empieza antes la Navidad

“¡No corras! ¡Que aún queda un mes!”

O eso dice todo el mundo. Por estas fechas, cada año, las tiendas empiezan a preparar la decoración navideña. Por alguna razón que todavía no se logra comprender, más de un mes antes de que llegue la Navidad están colocando sus lucecitas, sus guirnaldas y esas fantásticas odas a la horterada como son los muñecos y otros entes de nieve en polvo pegados a los cristales. El caso es que cuando la gente ve eso, cada año, como si de otra tradición se tratase dicen: “Hay que ver, cada año empieza antes la Navidad”.

Ya lo decía Mauro Entrialgo en esta viñeta, esa es exactamente la frase que marca el comienzo de la Navidad. ¿Pero es cierto eso? ¿Cada año empieza antes la Navidad? ¿Cómo denotamos ese antes? ¿Unas horas? ¿Un día? ¿Una semana? Porque todo el mundo dice que empieza antes, pero nunca nadie dice cuánto antes. Podrían decir: “Este año empieza la Navidad una semana antes”, “El año pasado empezó un día más tarde” o “Este año no hace frío, se acaba el mundo”. Bueno, hay algunos que se cuelan y van a lo suyo.

Si todo esto fuera verdad, que la Navidad empieza antes; con el tiempo que llevamos diciéndolo, hace años que la Navidad habría empezado en agosto. Ya no llevaríamos sombrilla y granizados a la playa, sino gorrito de Papá Noel y turrones. Los Reyes Magos no vendrían en carrozas ni en camellos; sino en cruceros de guiris, cantando la Bamba y en tanga de leopardo. Y Papá Noel seguiría vestido igual, pero para así usar el método de sudar para adelgazar. La Navidad nunca sería lo mismo empezando tan pronto, por lo menos en el hemisferio norte. Por primera vez en el hemisferio sur podrían vivir una Navidad con nieve.

Pero al fin y al cabo todo esto da igual. Por mucho que digan que la Navidad empieza antes, en realidad empieza el mismo día de siempre. Es decir, nadie ha cambiado el 25 de diciembre. Fum, fum, fum. Si no lo digo no es 25 de diciembre ni es . Lo dicho, nadie lo ha cambiado. Está ahí, inamovible. ¿Entonces el comienzo de la Navidad lo marca la decoración de las tiendas? ¿Y la de los pueblos también? ¿O es el Corte Inglés quien decide? ¿Hay alguien en la calle, pregonero mayor, que de repente sale con un megáfono de la tómbola y grita: “¡¡Cada año empieza antes la Navidad!!” y se abre la veda?

La verdad es que nada de esto se sabe. Pero todos, absolutamente todos, hemos dicho esta frase en algún momento de nuestra vida mientras miramos los adornos. Como un resorte inevitable. Pero, ¿por qué tanta prisa en empezar a colocar la decoración? ¿Piensan que se nos va a olvidar? Con lo que nos gusta a nosotros una fiesta, ¡esas cosas no se nos pasan! ¿O es que les gusta tanto la decoración navideña que si por ellos fuera no quitaban los adornos nunca? Ya puestos… ¿O será que en Navidad compramos de forma impulsiva y pretenden ampliar ese plazo unos meses antes para que seamos impulsivos el máximo de tiempo posible? Quién sabe.

martes, 11 de noviembre de 2014

TEXTO PARA LA CLASE DEL DÍA 13/11/2014

Hace treinta o cuarenta años, los padres tenían una obsesión: que los hijos fueran a la universidad. Hoy la obsesión es otra: que aprendan inglés. A nadie se le escapa que es el idioma universal y que por mucho que el chino amenace con convertirse en el líder, de momento el inglés es el que gana la partida. Por lo tanto, parece una especie de obligación que todos estudien inglés. Sin embargo, el resultado está a la vista: los españoles apenas alcanzan un nivel medio de inglés. ¿Por qué? ¿Tiene que ver con el fracaso del nuestro sistema educativo? ¿Cómo es posible que lo aprendamos desde los 3 años y lleguemos a la etapa laboral sin saber defendernos en una reunión de trabajo? El primer beneficio que viene a la mente de todos cuando hablamos de saber hablar inglés es que mejora nuestras posibilidades de conseguir un mejor trabajo, pero las ventajas van mucho más allá.
Varias investigaciones han demostrado las ventajas intelectuales de los niños que aprenden más de un idioma. Los niños bilingües obtienen mejores resultados en sus estudios y en los tests de inteligencia. Además, son más sociables y seguros de sí mismos y tienen mejores aptitudes respecto de la comunicación.
Los niños que crecen siendo bilingües tienen un mayor vocabulario, mayor capacidad para aprender más idiomas, tienen más autoestima y observan los problemas desde varios ángulos.
Y, contrario a lo que se pueda pensar, el aprendizaje de un segundo idioma, no entorpece el aprendizaje de la lengua materna. El desarrollo del habla de un niño bilingüe será normal, aunque es posible que al principio mezcle sonidos de las dos lenguas y nos dé la impresión de que no arranca a hablar, o de que empieza a hablar más tarde. Pronto, no obstante, aprenderá a diferenciar bien los dos idiomas y utilizará cada uno en su contexto. Hacia los cinco años debe haber integrado la estructura de las dos lenguas.
Muchos nos preguntamos por qué no hablamos bien en España. Para la propietaria de Claudia Carter la respuesta no es simple: «en otros países, como Guatemala, Dinamarca, Israel o la India, los niños crecen siendo bilingües y aquí no, y no es porque los niños españoles sean diferentes, es que en España hay actitudes y estructuras que impiden que lleguemos a creer en nuestra capacidad para aprender inglés».
Efectivamente no tenemos nada especial que nos impida hablar inglés en el aspecto genético (de hecho varias comunidades son bilingües) pero sí tenemos aspectos, según Carter, de tipo cultural, educativo y lingüísticos. «Tenéis un sentido del ridículo que juega un factor importante», señala. «Tendéis a burlaros de vuestros compañeros cuando hablan inglés. Como muestra un botón; el famoso discurso en inglés de Aznar, o de Botín, que han sido objeto de burlas constantes, o los chistes de Chiquito de la Calzada mofándose de los ingleses», agrega.

Una de las cosas que más caracteriza a nuestro país es el doblaje, algo impensable en otros países y que, desde luego, influye muchísimo a la hora de ir aprendiendo desde pequeños: «La influencia de la filosofía franquista sigue siendo una realidad en la sociedad actual. El franquismo trajo consigo el doblaje del cine y la televisión y la exaltación del español y el rechazo de todo lo de fuera», puntualiza.

martes, 4 de noviembre de 2014

TEXTO PARA LA CLASE DEL DÍA 06/11/2014

Los padres que fuerzan a sus hijos a jugar un deporte como el fútbol, producen que en un futuro estos niños puedan sentir rencores sobre ellos y odio a una disciplina deportiva.
 El furor y el vértigo por sacar nuevas súper estrellas en una disci­plina deportiva como el fútbol, conlleva a que niños y jóvenes sufran una determinada presión por parte de  sus padres, los cuales influyen negativamente en su crecimiento emocional y psicológico. En cuanto el árbitro da la orden de mover el balón, comienzan los gritos, los insultos y los reproches de los pa­dres que se encuentran del otro lado del tejido. Para algunos, el fútbol infantil es una simple diversión, para otros una apuesta hacia el futuro.
 La vorágine de los medios y todo lo que rodea al fútbol (con­tratos de altísimo valor, merchandising y expectativas de futuro), determinan que el ambiente del fútbol infantil cambie y deje de ser una herramienta de di­versión esencial y de formación personal, ya sea moral o deportiva. Esto sucedió por el cambio de mentalidad de todas las personas que rodean a este pequeño deportista en formación.
 El primer cambio se ve en la figura paterna ya que busca la posibilidad de salvarse eco­nómicamente a costa del esfuerzo de su hijo que con escasa edad debe com­portarse como un deportista adulto.
 Para entender la mecánica deportiva de este mundo es necesario conocer a los entrenadores, padres y lo que piensan los chicos que son el eje fundamental de esta problemática.
  El fútbol infantil, según Diego Meirama, el coordinador de las inferiores del Club Fe­rrocarril Oeste, sirve para formar a la persona antes que al futbolista, porque según él, son muy pocos los que llegan y los demás deben dedicarse a otra actividad. Opiniones como estas chocan con las de algunos padres: “Él lo hace porque le gusta, no­sotros no lo obligamos, pero se lo toma como un trabajo”, afirma Jorge Soto, papá de un chico de nueve años que se desempeña en las divisiones infantiles del club Racing de Bavio.
 En algunos clubes la rutina de entrenamiento deportivo que siguen es la siguiente: primero hacen la parte física, abdominales y flexiones de brazos. Luego practican fútbol y tras una hora de realizar esta actividad, los chicos que deseen comer algo, pueden sentarse a tomar la merienda que les brinda el club. Este esfuerzo que les obligan a hacer a los niños, en algunos casos se ve reflejado en las caras de ellos, con gestos que denotan un cúmulo de sensaciones y sentimien­tos, como cansancio y a su vez las ganas de participar y las ambiciones de competir al en­frentarse a un adversario.
 En investigaciones previas realizadas por la psicóloga infantil Analía Musarra, desme­nuzando los dichos de estos niños, encontró una veta de influencia de la presión ejercida por sus padres. Una de estas declaraciones es la del joven Joan que advierte: “Si me viene a ver un dirigente de un club más importante que el que estoy, voy a dar lo mejor sin que me importe si estoy jugando con un amigo”. Este es un pensamiento que, según el análisis de la doctora, no lo realizó por sí solo, sino que lo formó influido por el en­torno mediático y futbolístico que lo rodea, o podría ser la culpa también de sus padres.

  Según una encuesta realizada en el club Ferrocarril Oeste, sobre 100 chicos entre 7 y 12 años, 63 ven al fútbol como una profesión y solo 37 lo ven como un hobby. De los 63, hay 40 que sienten presión de parte de sus familias, los 23 restantes sienten que son apoyados por sus parientes. Los números hablan por sí solos de lo que ocurre con las jóvenes promesas del fútbol Argentino.